SALUD, SALUD... (2)

SALUD, SALUD...

RESPIRE UN MEJOR OXÍGENO.

Por Alberto Mego

Agradeceremos en primer lugar algunos comentarios que nos han hecho llegar, alentando la existencia de esta columna sobre salud. En efecto, acaso un poco fuera de lugar, pues VIDA MAGAZZINE es una revista dedicada fundamentalmente a la música y al entretenimiento, pero siempre podemos suponer que la buena salud no está en oposición a la buena música y al buen entretenimiento.

Uno de estos comentarios nos pide complementar estas opiniones con datos estadísticos y complementarlos con el aval de especialistas. A este respecto, queremos decir que efectivamente siempre es de suma utilidad conocer información cuantitativa respecto a los casos en que a causa de malas costumbres respiratorias, o alimentarias en general, las personas terminan siendo números en la computadora y casos penosos para recordar.

Atenderemos ese comentario. Permítanos sin embargo decirle lo siguiente: no tenemos ninguna duda que usted es especialista en su propio cuerpo. Porque ¿quién mejor que usted conoce su cuerpo? O me equivoco. También es esto posible. Porque vivimos en un mundo que nos establece demandas y soluciones de manera un tanto confusa y desordenada, y las necesidades que supuestamente tenemos en la mente no necesariamente corresponden a las de nuestro cuerpo. Vestuarios, dietas, hábitos de todos los tipos no son los que más favorecen a nuestro cuerpo, a nuestra mente, a nuestros anhelos más arraigados. ¿Sociedad de consumo, le dicen?

En anterior ocasión, decíamos que alimentación no es únicamente aquello que vía ingesta oral nos sostiene. Afirmábamos que la respiración es una parte fundamental, decisiva, para considerarnos bien alimentados. Efectivamente, qué sería de nosotros sin el aire que respiramos. Pero no todo aire es saludable. Del 100% del aire que introducimos a nuestros pulmones, aproximadamente solo el 19% es oxígeno. Esa pequeña porción de oxígeno es la que permite la vida y el funcionamiento de todos nuestros órganos. La importancia que tiene una buena respiración es capital.

El oxígeno es ese elemento químico que existe en regular proporción y especialmente en las zonas bajas de la atmósfera terrestre, y que permite la vida en las formas que conocemos. Sin oxígeno no sería posible la vida y esto podemos constatarlo toda vez que nos sometemos a una rutina de actividad en un espacio escaso de oxígeno, un salón cerrado, un ascensor: el aire se visea, el cansancio sobreviene pronto, el agotamiento impide que las jornadas laborales fluyan de manera normal, el decaimiento se apodera de nosotros y queremos terminar de una vez.

Buena alimentación también es vivir en un ambiente debidamente oxigenado y procurar una respiración adecuada. A este respecto, hay que decir que nuestros pulmones son nuestros fuelles naturales, y con la ayuda del músculo diafragmático, con ellos podemos purificar nuestro aire y vivir. El feto en el vientre de la madre respira oxígeno a través del cordón umbilical. Y en cuanto nace, grave es el problema si no respira con sus propios pulmones, es decir, si no canjea su respiración intrauterina por el aire directo del ambiente esterilizado donde nace, o el del simple de la naturaleza que para el caso es el mismo.

Si en cuanto nace, un niño no respira con sus propios pulmones, entonces bastan unos pocos minutos para que la corteza cerebral no sea irrigada por el oxígeno que conduce la sangre y la extraordinaria computadora que es nuestro cerebro se “frisa”, y sufre una parálisis momentánea, suficiente para determinar la psicomotricidad del niño por el resto de su vida. Invariablemente, ésta es la razón de las arritmias, la epilepsia o la paraplejia. Sin oxígeno, (en balones a la espalda) los astronautas no podrían realizar sus hazañas extraordinarias, sin oxígeno no existe vegetación, sin oxígeno no podríamos siquiera encender un fósforo porque al hacerlo estamos prendiendo el palillo, pero también el oxígeno que lo rodea.

La sangre en su infinito recorrido traslada hacia todo nuestro organismo el oxígeno de nuestra respiración, llevándolo al lugar más remoto de nuestro cuerpo, depositándolo en cada tejido muscular, en cada órgano, en cada articulación, en la corteza cerebral y en todo el sistema nervioso. Ese es el papel de la sangre: ser una correa de trasmisión, a la vez que deja una microscópica ración de oxígeno, recoge -digamos así- el palo de fósforo quemado, es decir, como todos los alimentos básicamente son carbohidratos, o mejor carbono, la sangre deja una cuota de oxígeno y recoge una ración de carbono oxidado o dióxido de carbono. A través de la exhalación el cuerpo se libera del dióxido, y el ciclo interminable de la vida se repite durante miles y miles de veces durante el día, y en menor intensidad, durante la noche.

Si bien podemos almacenar alimentos basados en carbono, vitaminas y toda clase de proteínas, -algunos han convertido sus cuerpos en grandes almacenes de esos productos, y engordan y engordan-, pero ¿podremos almacenar el oxígeno? El lado poético, efímero, fantástico de nuestro cuerpo, acaso reside en que la sustancia química más importante de nuestro organismo apenas puede ser contenida lo que dura una respiración.


El oxígeno es pues nuestro alimento vital, y de lejos eso lo sabe usted perfectamente.    

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