Digo NO al teatro virtual, digo NO a los ensayos a través de una máquina. Delante de la posibilidad de un tercer confinamiento, postergaré los planes, así fuese hasta el infinito. Me resisto a hacer teatro solo, en un cuarto, con una computadora. Porque el teatro necesita del público en vivo y en directo, porque el teatro se hace con actores y actrices cuyo ritmo respiratorio es parte del ensayo.
Estábamos a punto de reponer la obra con la que nos paseamos por calles, plazas y bares de esta enorme ciudad, estábamos a punto de un nuevo taller, estábamos a punto de iniciar los ensayos de una nueva obra. Haremos del tiempo un chicle, un globo elástico. Pero no reemplazaremos la presencia del público por una computadora, ni tendré con los actores un diálogo de teclas.
Sospecho que hay un operativo cultural en curso. La cibernética en el plan de robotizarnos. Es la eclosión de un sistema escondida tras la pandemia. Ya veo que el control social se sofistica y muchos a todo se acostumbran. No me acostumbraré al automatismo. Este es el teatro, ocurre en un lugar y en un momento preciso, y delante de gente a quienes podemos palpar en su respuesta, porque las palabras, los colores y el movimiento son la comba que lo estremece, cuanto más si pone sus sentidos a jugar con los nuestros, es aquí donde actores y actrices se funden con la colectividad en una misma idea, en una misma emoción.
Feliz año! (viene con optimismo desde Argentina por esa aleccionadora noticia para las mujeres de América Latina y el mundo)
