ARTE Y EDUCACION: ALGUNAS IDEAS GENERALES SOBRE EL PAPEL DE LA CULTURA

ARTE Y EDUCACIÓN:

ALGUNAS IDEAS GENERALES
SOBRE EL PAPEL DE LA CULTURA
Por Alberto Mego


Se maneja habitualmente el criterio de que la actividad cultural lo abarca todo, y así es, efectivamente. Con ello reconocemos que, así como el trabajo, es la cultura el objeto social de más habitual consumo, de mayor cotidianidad y necesidad. Es, en todos los casos, la representación, la imagen de la vida, su mejor reflejo y expresión ideológica. Así, desde una clase sobre Einstein, como la escritura de un poema, hasta una exposición de mates burilados, estamos hablando de actividad cultural.

Sin embargo, es preciso recordar que también la cultura es un concepto dinámico y que en la conciencia de su destinatario no es lo mismo esa exposición de mates burilados que la clase sobre Einstein o el poema al que nos hemos referido. Estas expresiones corresponden a niveles diferenciados de acción cultural.

Animados por la necesidad de plantear, prácticamente, dichas diferencias, y de manera tentativa, podemos convenir que la cultura como hecho humano y social tiene, en su presentación concreta, hasta tres aspectos:

1.- Aspecto Conservacionista
2.- Aspecto Formativo
3.- Aspecto Creativo

De acuerdo al criterio conservacionista, la acción cultural tiene por finalidad la preservación de los valores materiales que forman parte del acervo cognitivo y espiritual de la herencia social cultural, y que está en la base de los orígenes de la historia de un pueblo determinado, o de toda la humanidad. Sin duda alguna, a este aspecto pertenece la actividad museológica, arqueológica y aún antropológica -cuando su interés se afinca en la investigación de los orígenes-; a ella pertenecen también la conservación de las formas ancestrales o folklóricas de las diversas costumbres, hábitos y comidas, así como las expresiones artísticas que guardan cierta lealtad a las reglas tradicionales y siembran una estampa pretérita en la conciencia de la actualidad, sobretodo en países como el nuestro que gozan de una historia milenaria.

Aquellos dedicados a la acción cultural en la valoración de este aspecto pueden convertirse en celosos guardianes de la tradición y portavoces de las convenciones más arraigadas del obrar popular, así como del deleite en los objetos materiales, preservados, que hacen posible la noción de pertenencia e identidad (aún cuando, en relación a este concepto, su efecto es puramente ilustrativo y adscrito a la nacionalidad).

De acuerdo al aspecto formativo, la acción cultural está contenida en la trasmisión de las técnicas y de los contenidos inteligibles y propiciatorios del entendimiento y accionar sobre una realidad circunscrita a áreas determinadas del conocimiento. En la medida que la educación es su finalidad principal, no teme utilizar los recursos del lenguaje, de la ciencia o el arte, para elevar los criterios del aprendizaje y de la formación del estudiante.

Son principalmente los profesores los que se manejan en esta acción cultural, y en esa medida, como intelectuales, a través de sus criterios y normas, la cultura cumple una función educativa, elevando los criterios científicos y artísticos humanísticos en general, con los que se ha de interpretar la existencia y el papel de los hombres en sus sociedades.

En este aspecto las metodologías, como recursos de trasmisión, cumplen un papel muy importante, aunque también la práctica investigadora como la experimentación científica y artística, cuando dichos criterios y normas son flexibles y se complementan, en función a los fines pedagógicos que animan esta forma de acción cultural.

El aspecto creativo de la cultura es el más complejo y fecundo, al que por naturaleza estamos todos en las mismas condiciones. El ser humano es esencialmente creativo, y ello corresponde a su aptitud intrínseca por el trabajo, por la transformación de su entorno y la necesidad de renovación constante de los referentes que sostienen su visión de la vida.

Por esta razón, todos estamos en una relación de producción y/o consumo cultural, delante de un objeto cultural o al frente de él, en la necesidad de crear, recrear y renovar dichos referentes, satisfechos tanto en la composición y divulgación de ese poema, como en la interpretación de una obra de teatro, la participación en un concierto, la plasmación de un cuadro o la postulación de propuestas teóricas que desborden los límites de la ciencia y la tecnología.

Muchos ejemplos podrían citarse a este respecto, algunos ni siquiera se asoman al borde de las realizaciones, pero todos ellos configuran la función exaltadora, o si se quiere perturbadora -en tanto, trastoca la visión convencional y estática de la realidad- para redimensionarla desde puntos de vista inéditos u olvidados. Hay que señalar que, en ocasiones, creación y memoria pueden ir de la mano, y tanto mejor si -a pesar de las dificultades- aquellos que están dedicados a este aspecto cultural, guardan en su obrar una actitud pedagógica.

Sin embargo, dada la frecuencia con que se manejan los lineamientos de los otros aspectos de la acción cultural, el aspecto creativo de la cultura es el que generalmente recibe menor atención. Como consecuencia, la acción cultural bajo sus formas conservacionista y/o pedagógica se presentan como únicas y plasmadas en hechos de apariencia fría o repetitiva, que no llegan a estremecer la conciencia del destinatario, al ocultar la esencia dinámica de la cultura, y quedándose en la trasmisión de conceptos genéricos o la conservación de formas significativas que ilustran, sin transgredirlos, los linderos de la imaginación.

CULTURA E IDENTIDAD

En una sociedad como la nuestra, y sobretodo en una situación como la actual, donde las ideas deben confrontarse ¿qué aspecto cultural es preciso poner en relieve?

Partiendo de la necesidad de crear condiciones que oxigenen las mentes, largamente estremecidas y/o adormecidas por los acontecimientos políticos de los últimos veinte años, que de un lado acogieron la más extraordinaria movilización social, en la década de los 80, y posteriormente, su sofocación a cargo de los sectores más lumpenizados del Estado, ¿cómo debemos estimular y propiciar la acción cultural?

Vivimos en un país pobre, donde las instancias del conocimiento son usufructo de una minoría culta, donde además las palancas de la divulgación cultural permanecen en manos de medios de comunicación que han participado activamente en el adormecimiento de la conciencia nacional, en correspondencia al necio objetivo de embrutecer/estupidizar/encandilar a un hombre peruano apto para la vida, para el trabajo, como para la lucha por altas condiciones de dignidad y perspectivas en todos los planos de su existencia. Por tales razones, es absolutamente necesaria una dinámica e intensa acción cultural.

Nunca será suficiente toda la actividad cultural que se despliegue a partir de criterios conservacionistas o formativos. Sin embargo, es fundamental propiciar causes que canalicen la creatividad de nuestro pueblo, así en su potencialidad de consumidor como de protagonista. Y a este respecto es la juventud, cuya capacidad creativa se ahoga sistemáticamente, a quien tendría que estar dirigida una dinámica cultural integral. Entender la acción cultural solamente desde sus ángulos conservacionistas o pedagógicos es actuar sesgadamente sobre sus conciencias.

El cultivo de “lo nuestro” no debe ser el límite de las expresiones culturales. Ese es el inicio de una secuencia que adquiere fundamento, en la comprensión de las contradicciones de la realidad, liberada de juicios rígidos o estáticos, pues éstos no promueven un efecto cultural sino una ilustración relativa o el aprovechamiento de disciplinas complementarias, que en realidad no procuran una atmósfera creativa.
Bien sabemos que la actividad creativa generalmente es tendenciosa. Al residir en la coherencia de un cerebro, o de un mismo equipo sensible, y a la vez, nutriéndose de toda la colectividad, o de vastos sectores que pretende representar, rompe con los marcos y tiende a desestabilizar lo establecido, a alterar las formas y proponer otras nuevas, o simplemente a avizorar ángulos inéditos de la memoria o de la acción, pues la vocación creativa empieza en un profundo cuestionamiento a la realidad circundante.

CUESTION FINAL

La interrogante que tenemos por delante es si, a través de la acción cultural, queremos o no agitar las conciencias y acaso trastocar nuestra percepción de la realidad.

Sin duda, ello demanda perderle el miedo al muro levantado entre la tradición y lo nuevo, y creer que todos los aspectos de la creación -la poesía, la narración, el teatro, el dibujo y la pintura, el video casero, la música juvenil, el ensayo, y tantos otros- siguen siendo formatos válidos de acciones acertadas para propiciar una corriente creativa que devuelva a los jóvenes peruanos su confianza en la vida. Quizá la función fundamental que cumple el aspecto creativo de la cultura es recuperarle el optimismo al espectador vivo, actual, mostrándole de diferentes formas sus contradicciones y su rostro más vital.

Es el efecto sintetizador de este aspecto cultural el único que puede convertirse en un verdadero “espejo” y enriquecer la conciencia de si, es decir, la identidad social e individual del espectador o del usuario cultural y, con ello, constituirlo en engranaje del porvenir.

EL OFICIO DE VIVIR


El Venegas de Afuera

Por Alberto Mego

De entre los puestos de ambulantes de la Plaza Unión, ahora también amenazados por el desalojo después de más de 20 años haciendo suya la Plaza, sale el “Venegas” inaugurando Lima con sus faros prendidos o apagados, según el caso. Se abre camino por los extramuros de la antigua Lima, cuando todavía las fábricas encontraron terreno muy cerca del centro y se instalaron en la avenida Argentina, avenida industrial, avenida obrera, una de las más importantes de la industria limeña.

Tú caminas eludiendo frazadas, pantalones, pequeños puestos de comida, destapadores, cortaúñas, dientes postizos de plástico, espejos, y lo tomas frente al puente peatonal: “Obreros reposición”, alcanzas a leer antes de subir.

Desde arriba, otros negocios se ven mejor: esnakbares, tiendas de ropa, de zapatos, tiendas, tiendas, tiendas, puras tiendas, especialmente de comida (la gente come, está comiendo siempre). Cláxones infernales, pitos de policías, miles de carros convergiendo en la Plaza 2 de mayo con sus motores belicosos y, en una curva, te das con la avenida Alfonso Ugarte, gris, con sus árboles doliéndose de los enfermos del Instituto de Enfermedades Neoplásicas –así le llaman al cáncer-, de los enfermos del Hospital Loayza, de sus vendedores de antenas, de los pacientes y los impacientes, de los apristas. Y te vas a quedar con un pedazo de la Plaza Bolognesi, con la bandera peruana en el aire, porque el micro rompe con el silencio y la calma, y el Centro Cívico se levantará como un cementerio gris que rápidamente será reemplazado por el Sheraton y la avenida Paseo de la República con sus pordioseros, vendedores, gente que camina y un pequeño verde en las bastas: llamitas de bronce mirando el futuro, un león bostezando y la pantera gruñéndole al monumento de la Plaza Grau donde los autos entran y salen y no sería raro que te tropieces con uno o dos carros funerarios que inocentemente vienen del Hospital Obrero, el Policlínico o la Morgue, para desplazarse bajo los altos edificios de Lima, los carteles de publicidad, los corralones, las barriadas, el humo y la fe de las mujeres humildes, buscando dónde entregar un cadáver.

Cientos de autos a tu alrededor. Semáforo: rojo ámbar verde. Desde otro micro, un pasajero con un ojo parchado, te mira con el ojo bueno mientras se suena los mocos. El público de los charlatanes de la avenida Grau llamará tu atención, la desocupación se entretiene. Los puestos de frutas en las esquinas trajinadas por enfermos, por visitantes, por obreros y niños, provocarán ser saqueadas. “Pum, pum, pum y ¡ya!, una manzana para mi, agarra esa naranja,  llévate esa piña, llévense toda la fruta, una para cada peatón”. Pero la dueña del puesto está durmiendo  mientras tú sigues viajando por los negocios de repuestos, de fierros, de llantas, antes de voltear metiéndote con todas sus marcas hasta el antiguo barrio de La Victoria, barrio de Asistencia Pública, de fútbol, de broncas, de putas y achorados, gente humilde de casas pequeñas, barrio sin edificios importantes, a excepción de las moles tugurizadas de “El Porvenir” donde el silencio consigue decir algunos gemidos y la ropa se tiende en las ventanas. Los negocios mayoristas se abren por las calles hundidas hasta multiplicarse en La Parada, organización desorganizada del espacio, con segundo piso sobre el cartón y miles de compradores, cientos de vendedores y unos cuantos (por decir lo menos) malandrines. Locos durmiendo sobre la basura amontonada que también sirve de pequeños cerros a los niños, mendigos de todas las provincias,  provincias del Perú. La avenida Aviación siempre anegada, un olor pestilente permanentemente despierta a los pasajeros que se quedaron dormidos: se ha llegado a La Parada. Camiones, planchadores al paso y al vuelo porque se arranchan el trabajo. Mecánicos engrasados que trabajan de siempre a  siempre. La piel se les ha curtido.

Después, la pista es libre, avenida industrial, Nicolás Arriola: Atlas Copco, SKF, Cosapi, Kodak, diseños modernos, árboles, hombres con maletines, gente limpia, impecable en el antiguo extramuro de las áreas pudientes. Y también “El Escarabajo”, salón de baile. El rostro oscuro de los peatones y de los pasajeros cambia a veces: sube y baja otra gente, más “decente”, como dicen los limeños. La avenida Javier Prado, con autos raudos y precisos, elegantes o simples pero siempre vistosos, a veces de sirenas musicales y hermosas mujeres a cargo del volante. Las casas son casas y los negocios son negocios: oficinas en altos edificios. Aparece el verde, casas adornadas de jardines, avenida Parque del Palomar y miras arriba y no hay palomas, pero sí techos a doble agua que aunque no sirven para las lluvias pueden servir para volar. Vidrio. Rejas coloniales, ruedas de carretas. Reminiscencias coloniales para mejor subrayar su concepción de la vida.

Y no estás aún muy satisfecho con las imágenes cuando entras a la avenida Panamericana, después de los numerosos negocios de alambres, de tubos, de máquinas, entras a Surquillo, antiguo también, donde la pobreza vuelve a mirarte con lentes espejo, los niños jugando con tierra y en los paraderos la gente esperando un trabajo. Los rostros son turbios y la cólera en la punta de la lengua, ambulantes, calles pequeñas, casas estrechas, la pobreza escondida tras las avenidas principales. Y es largo el camino si la gente no ríe como sí ríen en los jirones apacibles de Miraflores, cielo claro, aire limpio y silencio que oculta el miedo a los “cholos” que avanzan: varias líneas de microbuses atraviesan las calles de Miraflores para malestar infinito de viejos miraflorinos que no pudieron irse más lejos de la chusma. Por las ventanas de los micros se les ve masticando pollos, salchipapas, pizzas, en los restaurantes.

Y llegas a Barranco, en el mismo piso, casi directamente, como una continuación, rancio y solitario, barrio de artistas y patinadores de rogger boggie. El Centro Cívico, pequeña área verde donde antes funcionaba el Zoológico y ahora residencia dominical de provincianos. Árboles inmensos que te abrazan con su antiguedad, viejas casonas trabajadas con las manos, de madera noble y barrio ordinario, con las manos de los más humildes, como todas las demás casas que quisieras envidiar a plenitud si los empujones de los pasajeros te dejaran y si el micro no comenzara a entrar ya a Surco, donde la tierra le va ganando al cemento apenas puesto en algunas casas modernas y en pistas a cuyas orillas nació la vecindad, antiguamente dedicada al trabajo de las chacras  y campiñas, pero ahora agonizando como tú en el polvo y ante los pueblos jóvenes que se alzan prendidos de los cerros de Villa María, al fondo, cuando ya no quedan rejas coloniales, ni autos brillantes, ni alegría, ni sueños, porque hay que trabajar y para trabajar hay que morder el polvo amargo de ser obrero, campesino, empleado o desempleado, y tú te quieres bajar porque ya no aguantas más tanta diferencia, hasta en las calles, pero nada vas a resolver hasta que te mires de frente y comprendas que la mejor forma de ser peruano es saberse capaz de sacudirse las pulgas.


                       Publicado en la Revista de Marka,  03 de Julio de1981, Lima -Perú

MANIFIESTO

No recuerdo en qué mes de fines del año 80, a nombre de un conjunto de estudiantes renegados de escuelas dramáticas, tahúres y malandrines, jóvenes y amantes del teatro todos, fui invitado a un conversatorio que organizaba el antiguo grupo "Histrión", entonces ya venido a menos. Estuve al lado de conocidos directores y dramaturgos que, no obstante, ponían en discusión la trascendencia del teatro callejero cuando justamente para nosotros por el clima social y político de esos años, cuando ya toda la izquierda burguesa estaba instalada en el congreso, era el único teatro posible, terminamos el evento con un manifiesto -que en buena parte escribí yo, es verdad, recogiendo las opiniones- y con la convicción de la necesidad de ir hacia ese público de los barrios y barriadas, las plazas de la ciudad y las provincias. Poco después se publicó en el Diario de Marka, por esos días de gran divulgación y donde más tarde fuera constante colaborador. Estas son las líneas que seleccionó el periodista:



“NUESTRA SUPERVIVENCIA COMO HOMBRES DE TEATRO ESTA SOLAMENTE EN NUESTRAS MANOS Y NO EN LA ESPERA DE POLÍTICAS ESTATALES”… Los jóvenes de este tiempo declaramos”: así comienza el manifiesto que nos envía Alberto Mego Márquez, escritor y director de teatro. Sus “jóvenes de este tiempo” se reducen por el momento a Mego, por lo que consideramos su firma de valor colectivo, y pasamos a publicar algunas declaraciones del documento, que tienen interés como expresión de la situación de nuestros hombres de teatro: “BUSCAMOS SER INTERPRETES DE LAS ANGUSTIAS, ESPERANZAS, ALEGRIAS, JUEGOS, reclamos… de la gente que camina rutinariamente por las calles y plazas al encuentro de un acto que conmocione su vida: el teatro, forma vital de la expresión humana. Renunciamos a la “ESTETICA DEL TRIPLAY” del teatro de escenarios, a todos los recursos que circunscriban al actor a desenvolverse exclusivamente en espacios cerrados acondicionados de complejas escenografías… que limitan la movilidad de los grupos teatrales. BUSCAMOS UN NUEVO LENGUAJE, UNA BELLEZA MAS CLARA. Y, por consiguiente, nuevos recursos, o los mismos adaptados a la condición dinámica de los grupos, que nunca deben tener obstáculos técnicos para ofrecer las obras en cualquier lugar: las calles, las plazas, los patios… puesto que las obras deben estar pensadas en un público no habituado a ver teatro. BUSCAMOS EN LA REALIDAD CONCRETA DEL PERÚ, en todos los actos cotidianos de los peruanos, una fuente de creatividad que respete sus aspiraciones más elevadas y el eco que reivindique el teatro como arte popular. BUSCAMOS… LA UNIDAD DE…ACTORES, REALIZADORES, autores, técnicos, para hacer posible ser creadores de nuestros propios espectáculos. BUSCAMOS UN NUEVO RITMO ACTORAL que desacralice la monótona solemnidad con que se esterilizan los espectáculos de las salas teatrales en marcado contraste con la violencia, la electricidad y el brillo con que discurren los acontecimientos de la calle... RENUNCIAMOS COMO A SU TICKETS, sus camerinos y sus “sortijas de mascaritas” a los prejuicios con que la generación que nos precede ha definido a los grupos callejeros, hace tiempo atento al comportamiento de los hombres marginales del interés cultural oficial.




                     Publicado el 24/01/1981 en el Diario de Marka, Lima - Perú



REVISTA CULTURALES 1° DE MAYO N° 11 MAYO - JUNIO 2012


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ACTUALIDAD, ARTE, CIENCIA Y CULTURA

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