Palabras iniciales en mi libro "Teatro para la Escuela"

 Palabras iniciales en mi libro "Teatro para la Escuela" recientemente publicado en Amazon

Algunas palabras del autor
Al lado de Gina, buena parte de mi vida hice intensamente teatro para niños. Allí quizá ella comenzó a poner su mejor interés en esta importante área de la escena. Y yo también. Existían entonces muchas agrupaciones que ofrecían obras de un moralismo mortal, que satisfacían principalmente a los padres/madres, en nombre de la domesticación que querían para sus hijos e hijas. No se tomaba en cuenta sus verdaderas inquietudes, como decía Gina. Así, al influjo de aquella joven actriz y del clima optimista que se respiraba durante el fin del gobierno militar (1968-1979), escribí algunas de las obras contenidas en este libro, siempre con un grupo al frente para ser realizadas de inmediato.
La imaginería fue nuestro baluarte inicial y sus destrezas fantasiosas no nos hacían ni más grandes ni más pequeños que aquellos que criticábamos en festivales y congresos de esa época. Aunque debo reconocer que los juegos escénicos propuestos por el grupo de teatro y títeres YAN KEN PÓ que pronto constituimos Gina López, Maritza Kirchhausen, José Salas y yo, para suerte nuestra, cautivaron desde el principio la atención de numeroso público.
Yo estaba maravillado por el poder del juego y el efecto embrujador de la palabra. Más allá de raciocinios y argumentaciones, sin más moralina que el encanto de volar, podíamos mantener en silencio y al mismo tiempo levantar de sus asientos a los niños/niñas que asistían a nuestras representaciones en diversos teatros y en los patios de los colegios. Allí donde fuera posible representar obras como Pelusa, Kopérnico, Paula y las Flores, Las aventuras del Pequeño Jhon, El beso de la niña que transformó el caballo en hombre (que obtuviera el premio Francisco Izquierdo Ríos en el Concurso Nacional de Obras de Teatro para Niños convocado en 1984 por la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, ENAE, presidida entonces por Magda Portal y actualmente desaparecida). Más tarde, a excepción de Pelusa, estas obras serían publicadas en 1987 por Lluvia Editores, con ese beso como título del libro.
Pero todo tiene un final.
Alguna gente se preguntaba ¿qué pasó? ¿Por qué en su mejor momento el grupo anunció su fin? Solamente puedo decir que el clamor social embargó la orientación de mis trabajos, y cumplido el ciclo del grupo decidimos, no sin desavenencias, la cancelación del periodo de teatro dirigido a infantes, para pasar -en mi caso- a no sabía qué incertidumbre. En resumen, yo quería hacer un teatro más cercano a la cotidianidad, a la vida y a sus contradicciones. De modo que recopilé las obras breves que de tiempo atrás me ejercitaban en el lenguaje y en los contenidos, y fueron publicadas. El libro, como la obra que incluía, se llamó “La obra debe continuar” y fue editado por la Sra. Sara Jofreé con Homero, Teatro de Grillos en 1984.
Y continué.
De aquel periodo es El mundo de Santiago, versión teatral del cuento gráfico de Ana Mayer, obra que también nos acercó al multitudinario público del cono norte de Lima donde se instaló la actuación y difusión del Teatro de la Universidad de Ingeniería (TUNI) que dirigí de 1984 a 1992. Fue integrado por estudiantes y aficionados/as con quienes hicimos un gran recorrido artístico en la Lima de entonces. Miles de funciones. Y no solo en Lima.
Y después vino ese etéreo desconcierto.
Encantado con el desafío, haciendo algunos trueques conmigo mismo, seguí escribiendo para los encargos de Gina. De ese momento son las obras Mercedes Mujer, La Oruga Huga, Las Gallinas Sembradoras y El Libro de la Selva, que fueron representadas con su dirección en muchos nidos, guarderías, colegios primarios y secundarios. Y también sin su dirección y sin mi permiso.
Luego se impusieron las distancias, el esto es mío y esto es tuyo. Las soledades. Pero el teatro siguió siendo una necesidad y persistimos con nuestra propuesta de teatro “todo terreno”. Nuevas experiencias, nuevos momentos, siempre en el deseo de ser útiles, aunque no tuviéramos un peso en la cartera.
En el Taller de Teatro Boulevard Quilca, que iniciáramos en el nuevo milenio, nos quedamos con las ganas de hacer teatro para niños. Sin embargo, representando al Perú participamos al lado de Luisa Santisteban en el primer Congreso Mundial de Teatro Popular que se llevó a cabo en Santiago de Chile en 2003. Pasamos luego a dirigir el Centro Cultural del Palais Concert, donde tampoco hicimos obras para niños, pero abrimos sus puertas a múltiples actividades que comprendían atención a la infancia. Antes que finalmente el mercantilismo convirtiera el histórico edificio en remodelado bazar.
Con el Colectivo de Arte y Cultura César Vallejo que atendía diversas formas de arte en su oficina de Camaná 879, junto a José Luis, Micky y el profesor Luis Yáñez, aceptamos una propuesta para formar un centro cultural en Piñonate, uno de los barrios más peligrosos de Lima. Allí teníamos un local mínimamente equipado y sin condiciones el sueño de su propietario, Soylo Blas, que quería orientar su querido barrio hacia lo cultural, hacia el deporte. Después de la propaganda, los niños y niñas del lugar fueron los primeros en llegar. En realidad, fueron los únicos. Así fue cómo nuestro flamante centro cultural se llenó de pequeños y pequeñas, hijos de trabajadores y también de granujas que nos encargaban sus vástagos mientras navaja en mano asaltaban a los transeúntes.
Allí tuvimos un grupo de música, otro de sicuris y la singular banda teatral de aquellos actores y actrices infantiles con quienes por sus calles, en sus fiestas y colegios, divulgamos Los gallinazos sin plumas, y después No todo lo que brilla, sobre el derrame de mercurio en la comunidad de Choropampa por parte de la minera Yanacocha, que incluso presentamos en 2007 en el Congreso de la República, al final de una conferencia sobre medio ambiente.
Pero también hice algunos trabajos por encargo. Es el caso de Las palabras del Correcaminos y La Achirana del Inca Pachacutec. El primero fue un pedido de Arturo Villacorta, profesor de la Escuela Nacional de Arte Dramático, para el colegio donde también trabajaba. El otro fue iniciativa de un conjunto de jóvenes egresados de Turismo de la Universidad de Ica que congregaron a más de 300 jóvenes actores y actrices para representar, en el lugar de los hechos, el encuentro de la fuerza Inca dirigida por Pachacutec, y la resistencia de la fuerza local del pueblo de Tate. En esta enorme tarea que incluía numerosas coreografías, conté con la valiosa asistencia de Sandra Tello.
Una cálida noche, recibí una invitación del colegio Atusparia para un debate cultural sobre la trascendencia del personaje que daba nombre al colegio, y sobre el cual tiempo atrás yo había escrito una obra de teatro que obtuvo el Premio Municipalidad de Lima. Como consecuencia de esa charla, poco después fui alentado a dirigir el taller de teatro del colegio. Ésta fue una experiencia de teatro juvenil muy fructífera. Con los integrantes del taller, jóvenes talentosos, inteligentes y críticos, provenientes de familias con un alto nivel de valoración cultural, escenificamos obras como Atusparia, Eva Angélica, No todo lo que brilla, entre muchos otros ejercicios teatrales.
En este taller, como en otros que simultáneamente desarrollamos en distintos espacios de la ciudad y en provincias, jugamos al teatro con todos sus recursos sin perder la línea que conduce el sentido de la obra. Los textos aquí presentados fueron primeramente “jugados”, es decir, ensayados con mucha flexibilidad, cuanto más si se trataba de niñas/niños o de jóvenes adolescentes. Eso lo aprendí también con Gina. El director de este teatro solo es un orientador que faltando pocos ensayos para el estreno vuelve a ser un espectador para adquirir la mirada del público. Recién allí es necesario precisar las reglas. El teatro debe repetirse y ser al mismo tiempo creativo, novedoso. El respeto en el equipo es fundamental para que los acuerdos colectivos se cumplan. Sin una saludable disciplina no funciona nada. Disfruté mucho aquella etapa y debo decir que siempre estoy dispuesto a volver a hacer teatro para este fulgurante sector de la sociedad.
En apretada síntesis, éste es el recorrido social y artístico del libro Teatro para la Escuela (para niños, niñas y jóvenes) que ahora pongo en sus manos.
ALBERTO MEGO
PD.- Muchas, muchos fueron los jóvenes, y no solo jóvenes, que estuvieron en el tramado de estas obras, de muy diferentes formas. Como sabemos, una obra de teatro es solo el iceberg de un proceso. No discutiré aquí dónde empieza ese proceso, pero siempre hay numerosas personas en el entorno, no solo en la escena concreta. Muchos más son los anónimos. Podemos leer una obra de Shakespeare, pero no conocemos la red de relaciones y conflictos que se produjeron en su realización. Es también por eso que no existe arte más colectivo, más puntual y más efímero que el Teatro.

Jose Reyes Roj

Teatro para la Escuela/ Digital

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Revista Archipiélago de México

 Mi agradecimiento a la revista Archipiélago de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este artículo fue escrito en los primeros meses del año, cuando NO previmos la dimensión del virus, por eso el retraso. Sin embargo, tanto ellos como nuestra agrupación, siguen en la persistencia. Gracias otra vez.