NUEVO LIBRO DE MARIO VARGAS LLOSA
“Y sin
duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la
representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es ‘sagrado’ para
él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo
sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión,
hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo
sagrado.”
FEUERBACH, “La esencia del Cristianismo”
“Los filósofos no han hecho más que interpretar
de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de
transformarlo”.
MARX, “Tesis sobre Feuerbach”
El papel de la cultura, como hecho antropológico, en el
mundo contemporáneo es el tema del último libro de Mario Vargas Llosa,
presentado como “La civilización del espectáculo”. En él, lamenta con
pesadumbre que la cultura ya no tiene la dimensión social que tuvo cuando él
era estudiante, en los años 60 y 70. “¡Nos habíamos amado tanto!”, le faltó
decir, pero se sobreentiende que extraña los tiempos en los que los
intelectuales fueran líderes de opinión política adhiriendo a los movimientos
revolucionarios de aquellos tiempos. Vargas Llosa denuncia con gran emoción que
ahora se ha impuesto una cultura adulterada donde el entretenimiento se ha convertido
en un bien supremo, donde domina una frivolidad y banalización, que ya no
pretende trascender en el tiempo.
“La cultura de nuestro tiempo propicia y ampara todo lo que
entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social, y por eso, las
campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de
ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios, espectáculos en los
que, en vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y
excitar, apelando, como los periodistas amarillos, a las bajas pasiones o los
instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que
a su inteligencia y su razón. Se ha visto esto no solo en las elecciones de
países subdesarrollados, donde aquello es la norma, también en las recientes
elecciones de Francia y España”, afirma Vargas Llosa, y ello se debe, según él
al “desplome de una alta cultura” que –aunque elitista- antes cumplía el rol de
sensibilizar a los seres humanos y de dotar de conciencia a la “intelligentsia”,
el círculo de intelectuales vigilantes del buen funcionamiento de la sociedad.
En la “postmodernidad”, con el dominio de la imagen, la
pantalla, el sonido, ha sucumbido la palabra y el pensamiento como
organización de la filosofía para dar lugar a una cultura del placer, del goce,
es decir, de un hedonismo ilimitado donde todo puede ser arte y nada lo es.
Donde el embaucador puede ser el más aplaudido, se apena Vargas Llosa.
Este es pues el escenario cultural del mundo desde su
singular óptica, y a nuestro modo de ver, Vargas Llosa se limita a reconocerla,
pero dada su conocida militancia en el orbe político internacional no quiere
reconocer responsabilidad de esta situación. Porque no puede separarse el
concepto cultura de su base social y política, y cuanto menos en un momento y
en un mundo como éste cuando, por efecto de los estertores del capitalismo se
llevó a grados superlativos la ponderación del mercado y que, como correlato
de ello, las últimas décadas y probablemente las próximas sean el marco de la
caída final, de una cultura -efectivamente y también- del sistema capitalista.
La agudización de la lucha de clases en los años que añora
Vargas Llosa y en los que él mismo optara por su labor como intelectual, le
exigían a éstos una posición frente a la necesidad de la transformación social.
Muchos se quedaron en el camino, él se pasó a las filas del enemigo, y
estimulado por los premios y elogios, comenzó a denigrar los caminos que
corresponderían a la construcción de una nueva sociedad y una nueva cultura. En
el momento actual, la propuesta cultural imperialista de la globalización empieza
a fracturarse también en sus conceptos en la misma proporción que la crisis
general tiene en vilo a más de la mitad del mundo, y la ola de recesión, de
desocupación y de respuesta sostenida de las masas es palpable.
Ahora
que los campos se delimitan más y más, los sensatos productores de cultura
miran con recelo la seudo democratización que viene con lo mediático, se ponen
a buen recaudo de las pantallas fantásticas aunque tomen de ellas lo que puede
ser útil, y vuelven a la genuina y artesana manera de comunicarse con un pueblo
que no se ve retratado en ese espejo, porque mirando con ojos de ver solamente
encuentra allí su caricatura, una ambigüedad que no le pertenece y la endeblez
de espíritu que caracteriza a los hijos de la burguesía. ¿Qué obra cultural de
trascendencia puede estimular el egoísmo y la vanidad? (A.M.)
Publicado en Revista Culturales 1ºde Mayo, número 12, edición
julio-agosto
Publicado en Revista Culturales 1ºde Mayo, número 12, edición
julio-agosto