APUNTES 1
En los momentos actuales, a pesar del gran alarde de
modernidad y globalización, asistimos a la más notable precariedad de la
producción cultural. En todos los planos de la creatividad cultural, vemos la
siembra provisoria del individualismo que ha tratado inútilmente de imponerse a
la corriente tumultuosa de las masas que demandan razones, conciencia, lucidez
para mejor comprender el mundo en que vivimos, las leyes que lo rigen.
Carentes del
adecuado criterio, en muchos planos de la producción cultural el eje principal
es el subjetivismo, la posibilidad estéril de entender el mundo desde la
antojadiza percepción de los artistas o intelectuales que miran el mundo desde
sus gabinetes, sin una debida profundidad que indague en aquello que realmente
palpita en el seno de la sensibilidad colectiva. El empeño en ver la realidad desde
la superficie impide a muchos reconocer que el Perú no es el mismo después de
la profunda agitación social vivida en los años recientes: el conflicto
interno vivido en las dos ultimas décadas del siglo XX, que han marcado de
manera decisiva la historia del Perú.
No cabe duda
que el entendimiento de la realidad actual es tarea ardua y compleja. Y
mientras tanto en los planos de la literatura, el arte y las ciencias, la
esterilidad, la precariedad de criterios son presentados como “originales”,
razón de éxitos formales fortuitos que se agotan en el momento, sin más
repercusión que aquella que merecen desde los medios de comunicación empeñados
en fomentar el desconcierto, aunque también es verdad que el tema del conflicto
interno se abre paso, principalmente en la literatura.
El teatro no
está librado de la influencia sembrada en los últimos años. Es decir, no cumple
con su papel didáctico y orientador, sino es divertimento trivial, que nos
cuenta las peripecias particulares de personajes particulares, renunciando a su
papel generalizador. Todavía carecemos de un teatro que nos invite a
reflexionar y nos eleve a la posibilidad de entender la escena como síntesis de
la realidad, que propicie actuar en ella, con toda energía y satisfacción, como
lo proponía Brecht. A pesar del rico material, histórico, social e individual,
que palpamos en nuestra vida cotidiana, el hecho teatral se nos presenta
privado de la real dimensión que debieran tener nuestros personajes, alentados
por una perspectiva que devuelva a la colectividad su aliento creativo y
especialmente que reflejen su real capacidad de transformar el entorno y
apostar por una realidad superior.
(Lima, 1-1-94)
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