EL TEATRO POPULAR Y DE AFICIONADOS EN LIMA (1970-1980) CAPITULO N° 3



CAPITULO N° 3

EL TEATRO POPULAR, EL TEATRO DE AFICIONADOS  Y EL AMBIENTE TEATRAL PROFESIONAL


Es en esta misma década donde aprendimos a través de numerosos estudios, de la historia que describía la actualidad latinoamericana, de la propia experimentación, que todo fenómeno cultural, y, en especial, artístico, está absolutamente ligado a las necesidades, alegrías y angustias más profundas de los pueblos, de sus hombres y mujeres. Es su “vida interior”. La vida cultural y artística de un pueblo nunca debe marchar separada de los acontecimientos de la realidad, son su mejor síntesis, en la que se retratan las diversas personalidades del ser humano y cuantos más conflictos que se originan en el choque de intereses contrapuestos.
Sin embargo, en el Perú, esta formidable síntesis de la experiencia humana, ha quedado reducida a un objeto de lujo. Nunca fue parte de las necesidades perentorias de los individuos, y, en consecuencia, su consumo es privilegio de los estratos medios y altos de la sociedad, para quienes su adquisición no se distingue mucho de la compra de un jabón o de un artefacto eléctrico, igualmente publicitados en la TV. Y es que para estos sectores la cultura ha perdido una identidad con sus vidas, el germen transformador que la origina y se limita a adocenarse entre los miles de datos que manejan por ser “cultos”, estudiantes, profesionales, pequeños burgueses que viven añorando un cambio de estructuras socio-políticas que algún día les caerá del cielo, mientras deben seguir parasitando los escalones del privilegio.


La presencia de grupos de cultura popular, que buscan repercutir en el espíritu de los espectadores, en medio de este panorama, son los que reivindican una razón más alturada para darle a la cultura nacional el papel que merece y no el de un simple pasatiempo.


Evidentemente, el teatro popular y de aficionados, a lo largo de los últimos 10 años ha inaugurado un camino en la escena nacional, dándole un nuevo contenido, intentando nuevas tecnologías y diferenciándose, en consecuencia, del teatro profesional. A pesar de los frecuentes esquematismos que limitan sus obras y de una suficiencia conceptual que no logra encontrarse con el producto final, es innegable el carácter creativo que anida en su esencia, garantizando con él un desarrollo aún inconcluso, pero prometedor.


A diferencia, ante las pocas posibilidades de encontrar ubicación en la demanda de un público cada vez más escaso, el teatro profesional, al trasladar sus impulsos innovadores a una lucha por subsistir en la cartelera, ha terminado convertido en un ambiente cerrado, en un clan, cuyos montajes –cada vez menos periódicos- satisfacen las necesidades intelectuales de una minoría “culta”, simpatizante de izquierda, pero separada de los conflictos reales de la gran mayoría nacional.


Este ambiente teatral, estacionado durante los fines de semana en los pocos auditorios conocidos, cuando entra en temporada, debe planificar con mucho cuidado algunos movimientos que se han tornado prioritarios en su actividad, como son la promoción y publicidad, tarea que demanda –además de un capital- una energía extraordinaria si se quiere que el público concurra a las salas.


Los espacios diferenciados del teatro profesional y del teatro popular y aficionados, demandan atmósferas y perspectivas distintas. Otros hallazgos, otras concepciones emanan de un conjunto teatral que espera la llegada del público y de otro que sale en su búsqueda.
Un importante resultado del esfuerzo de los grupos de teatro popular y de aficionados es la Muestra de Teatro Peruano. Esta, con la iniciativa personal de Sara Joffré –directora del grupo “Los Grillos”, destacado conjunto independiente- ha logrado ser organización representativa del nuevo teatro peruano. De este modo los grupos participantes comparten experiencias que trascienden en su naturaleza popular para contribuir a la expresión auténtica del teatro nacional.
Sin embargo, la Muestra es el único canal de comunicación posible entre los grupos. Todavía la información del acontecer teatral de los grupos nacionales y latinoamericanos es insuficiente. Existe una ínfima bibliografía sobre el tema, correspondiente al desinterés oficial. Las casas editoriales no se dedican a la difusión de obras de teatro peruano, del mismo modo que no existe en el mercado un material teórico y técnico que garantice una óptima experimentación.


Los grupos se desarrollan, pues, en un terreno absolutamente árido, donde las teorías teatrales se reducen a eventuales folletos que tan pronto aparecen como desaparecen, y sólo resta la audacia para reinventar el teatro.


Por otra parte, la comunicación con el ambiente teatral profesional es muy esporádica y no tiene mayor significación en el desarrollo de los grupos. Si bien algunos cursillos ocasionales modifican el nivel de discusión al interior del grupo, su crecimiento está dado por dos momentos importantes: su participación en las muestras anuales de teatro y, en especial, su contacto con el público.


Pero este crecimiento se ha producido al margen del interés de las autoridades culturales del Estado. El departamento de Teatro del Instituto Nacional de Cultura ignoró, absolutamente, su contribución a la búsqueda de un teatro representativo y, por el contrario, censuró las gruesas maneras mediante las cuales, incipientemente, se expresaron los sentimientos legítimos de una joven colectividad teatral que pretendía representar al pueblo peruano.   

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