ANTIGONA







NOTA SOBRE ANTIGONA.-



El proyecto sobre la obra publicado en este blog fue presentado al Colegio Atusparia, pero su directiva no lo aprobó. Sin embargo, se nos cedió un espacio de ensayo y, con la participación de actores noveles y profesionales que fueron convocados, la obra se estrenó en el Teatro AAA el 23 de octubre de 2006. Actuaron: Sandra Tello, Carlos Barrientos, Juan Pablo, Jorge Ojeda, Gustavo Carranza y Gladys Salazar. Es la obra donde he cumplido más roles, ¡hasta actuar!, y la que más ensayé, ¡ocho meses!, y en contradicción es la que -por dificultades internas- menos se difundió, apenas ocho funciones. Junto al público, disfruté sin embargo todas ellas. Recuerdo con gratitud cómo enfrentamos las dificultades que resolvimos para plasmar el trabajo. Como anécdota personal puedo decir que es la obra que escribí en verso y como Cervantes, es decir, a la luz de una vela. Es que en aquellos días, por problemas domésticos, yo no tenía luz eléctrica (pero sí mucho calor). Qué calor había entonces en mi casa. (A.M).



ANTIGONA

Drama teatral de origen griego
De Sófocles (siglo IV antes de nuestra era)
Adaptación de Alberto Mego

Personajes:
Antígona, hija de Edipo.
Ismene, hija de Edipo, hermana de Antígona.
Creonte, Rey, tío de Antígona e Ismene
Eurídice, Reina, esposa de Creonte y madre de Hemón.
Hemón, hijo de Creonte y novio de Antígona.
Tiresias, adivino, anciano y ciego.
Guardián I, II, III.
Pregonero I, II.
Un mensajero.
Coro que representa al pueblo de Tebas,
presidido por el Corifeo.

La escena muestra una perspectiva del palacio real con escalinatas y jardines. Al fondo, un paisaje de montañas.

ESCENA I
ENTRA EL CORO INAUGURAL



















CORO I

1.- ¡Ah Tebas!, !la paz ha vuelto a tus calles!
2.- Polinices yace muerto en las afueras,
después que brazo armado levantara contra la patria llevado por inconformidad total,
por sobre los techos de nuestras casas volaba,
lanzando su furia crítica
contra las torres de la ciudad,
3.- ¡Ah, dioses, cuánta muerte, cuánta sangre derramada!
4.- El estrépito de la guerra alcanzó todas las espaldas:
¿Quién no estuvo del lado de Polinices?
¿Quién no estuvo en la defensa de la ciudad, al lado de Eteocles, su hermano?
Hermano contra hermano, con su ejército cada cual.
5.- Engreídos por el ruido de sus triunfos,
prodigiosa avalancha les enviaron los dioses,
cuando ya se alzaban con gritos la victoria.
Rudos golpes recibieron los dos míseros que,
nacidos de un mismo padre y una misma madre,
levantaron, el uno contra el otro, sus lanzas
— armas de principales paladines—,
y ambos lograron su parte en una muerte común.
6.- La Victoria ha llegado a Tebas rica en carros, devolviendo a la ciudad la alegría,
conviene dejar todo en el olvido:
si es necesario empezar otra vez,
a olvidar aprenderemos, a perdonar,
y que en honor a Dionisios, el vino y el buen amor,
se imponga la confianza en el porvenir.


ESCENA II
DANZA DE COSECHA, MUY ALEGRE. ES LA VIDA QUE VUELVE A LA NORMALIDAD.

ESCENA III
SALE DEL PALACIO, CON SÉQUITO, CREONTE. EN EL LUGAR DEL CORO, DELANTE DE ÉL, EL CORIFEO.


















CORIFEO
He aquí al rey de esta tierra,
Creonte, hijo de Meneceo, que se acerca.
Nuevo caudillo por las nuevas circunstancias reclamado, ¿para qué proyecto nos habrá congregado a esta asamblea? Aquí estamos señor, todos hemos acudido a tu llamado.

CREONTE
Señores,
después que tremenda tempestad conmoviera la ciudad,
hoy de nuevo tenemos enderezado rumbo.
Conozco bien vuestro respeto
por las decisiones del gobierno,
así fue con el de Layo, y también, igualmente, mientras regía Edipo la ciudad; y sé que, cuando él murió,
vuestro sentimiento de lealtad
os hizo permanecer al lado de sus hijos.
Pues ahora tenemos que ellos en un solo día,
víctimas de un común destino, se han dado muerte,
mancha de fratricidio que a la vez causaron y sufrieron.
En consecuencia, por razón de mi parentesco familiar
con los caídos,
todo el poder y la realeza asumo...

SONIDO DE TROMPETAS REALES.

CORIFEO
Aún no cesan de llorar las madres,
el hijo desaparecido no retornará a casa,
y la venganza se ceba en muchos
que prisioneros fueron de este desventurado azar.
¿Qué hacer?
La paz todo el pueblo anhela.

CREONTE
Quienquiera sea el encargado del gobierno de una ciudad, los hombres deben acogerse a su parecer.
El que por miedo a algo, tiene la boca cerrada,
y murmura, me parece —y no solo ahora, sino desde siempre— un individuo pésimo.
Y el que en más aprecia
con obstinación sus ideas que a su propia patria,
éste no me merece deferencia alguna;
no puedo considerar amigo a un enemigo de esta tierra,
estoy convencido que en esta nave está la salvación,
y si vamos por buen camino, podemos ser amigos,
y llegar a buen puerto.
Ustedes ya conocen las tinieblas
y el caos que padeció la ciudad.
Estas son las normas con que me propongo hacer la grandeza de Tebas, y hermano de ellas es el edicto que hoy mando pregonar a los ciudadanos:

AVANZAN DOS PREGONEROS Y LEEN.

PREGONERO I
A Etéocles, que luchando en favor de la ciudad
por ella ha sucumbido,
se le entierre en una tumba bajo tierra
y que se le propicie con cuantos sacrificios se dirigen
a los más ilustres muertos.

PREGONERO II
A su hermano, a Polinices digo,
que por el fuego quiso arrasar, de arriba a abajo,
la tierra patria y los dioses
de las costumbres más antiguas,
se manda que anuncien que en esta ciudad no se le honra,
ni con tumba ni con lágrimas:
dejarle insepulto, presa expuesta al azar de las aves
y los perros, miserable despojo para los que le vean.






CREONTE
Tal es mi decisión:
lo que es por mi, nunca tendrán los criminales
el honor que corresponde a los ciudadanos justos;
no, por mi parte tendrá honores quienquiera cumpla
con el Estado, tanto en muerte como en vida. He dicho.
SALE. VOCES DE MUCHEDUMBRE.


ESCENA IV
CANCION SOBRE EL PODER VERTICAL Y ABSOLUTISTA.


ESCENA V
TAMBORES. PUERTA DE PALACIO. ANTIGONA ENTRA SIGILOSAMENTE, TRAYENDO A SU HERMANA ISMENE DEL BRAZO.

ANTÍGONA.
Hermana, Ismene querida, tú conoces las desgracias
que hemos vivido,
¿sabes de alguna que los dioses no hayan cumplido?
No, no hay cosa más insufrible, aparte de la mala suerte, que sea peor que nuestras desgracias, tuyas y mías;
y hoy, encima, ¿qué sabes de este edicto
que los poderosos y su representante principal
acaban de imponer a todos los ciudadanos?
¿Sabes qué males inminentes preparan los enemigos
contra nuestros seres queridos?





ISMENE
No, Antígona, no me ha llegado noticia alguna
de seres queridos, ni dulce ni dolorosa,
desde que nos vimos
las dos privadas de nuestros dos hermanos,
por recíproco golpe fallecidos el mismo día.
No sé ya nada que pueda hacerme ni más feliz ni más desgraciada.

ANTÍGONA
No me cabía duda, y por eso te traje aquí,
superando la oscuridad de estos parajes,
para que me escuches, tú sola.

ISMENE
¿Qué pasa? Se ve que lo que vas a decirme te ensombrece.

ANTÍGONA
Y, ¿cómo no, pues? Creonte, el flamante Rey,
luciendo su poder ha decidido que, digno de honores sepulcrales sea uno de nuestros hermanos, Eteocles,
y a Polinices, en cambio, un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que alguien le dé sepultura,
que alguien le llore incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves de rapiña.
El que transgreda estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en las afueras.
Esta es la cuestión: no te queda sino hacer honor
a tus familiares o ser indigna de tu linaje.

ISMENE
No seas atrevida.
¿Qué ganas con cambiar si las cosas están así?

ANTÍGONA
¿Puedo contar con tu ayuda?

ISMENE
¿Qué tramas? ¿Adónde va tu pensamiento?

ANTÍGONA
Quiero saber si es a la memoria de nuestros familiares
a quienes debes tu honor.

ISMENE
Pero, ¿es que piensas darle sepultura,
sabiendo que se ha prohibido públicamente?

ANTÍGONA
Es mi hermano —y también tuyo, aunque tú no quieras—; cuando me prendan, no podrán llamarme traidora.

ISMENE
¡Te enfrentas a lo ordenado por Creonte, ay, audaz!

ANTÍGONA
El no tiene potestad para apartarme de los míos.

ISMENE
Ay, reflexiona, hermana, piensa:
ahora, que solas nosotras dos quedamos, qué ignominioso fin tendremos si violamos lo prescrito
y transgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. Hay que aceptar los hechos: los hombres tienen el poder, son los que dan órdenes, y hay que obedecerlas.

ANTÍGONA
No, tu ayuda no sería de mi agrado;
reflexiona sobre tus convicciones.
Yo voy a enterrarle, y, que venga la muerte,
convicta de un delito piadoso,
debo mi conducta a agradar a los míos, pues mi descanso entre ellos ha de durar por siempre.

ISMENE
¡Ay, desgraciada, cómo temo por ti!

ANTÍGONA
No, por mi no tiembles:
prueba a enderezar tu destino.

ISMENE
Al menos, el proyecto que tienes,
no se lo confíes a nadie de antemano; guárdalo en secreto, yo te ayudaré en eso.

ANTÍGONA
¡Ay, no, no! ¡Grítalo! Mucho más te aborreceré si callas, si no pregonas a todo el mundo
que yo estoy con mis familiares.

ISMENE
Caliente corazón tienes, hasta en cosas que hielan.

ANTÍGONA
Así agrado más a los que debo complacer.

ISMENE
Sí, si algo lograras... Pero no tiene salida tu deseo.

ANTÍGONA
Pues no cejaré en mi empeño mientras tenga fuerzas.

ISMENE
Vas a la caza de imposibles, hermana.





ANTÍGONA
Hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio del muerto, con toda justicia...
¡Basta!, déjanos a mí y a mi funesta decisión
que corramos este riesgo.
Convencida estoy que nada puede ser tan grave
como morir de modo innoble.

ISMENE
Ve, pues; pero quiero decirte que aunque demuestras
tan poco juicio, también eres mi amiga, sin reproche,
y amiga de tus amigos.

ANTIGONA
¡En ellos me apoyaré!

SALE ISMENE HACIA EL PALACIO; DESAPARECE ANTÍGONA EN DIRECCIÓN A LA MONTAÑA.


ESCENA VI
CORO II
1.- Ninguna cosa hay en el mundo
tan portentosa como el hombre,
él llega al otro lado del espumoso mar,
a pesar de las olas que rugen,
se impone entre todos los animales
del aire y de la tierra,
recursos tiene para todo,
solo la muerte no ha podido evitar.
2.- Con su sabia inventiva
ve más allá de todos los límites,
a veces hacia el mal encamina el conocimiento
otras veces el bien es su rumbo,
pero si la justicia cumple con divino juramento,
a la cima de la ciudadanía llega,
y si del abuso hace su compañía,
sin ciudad,
solo se queda.

ENTRA GUARDIAN I.

GUARDIAN I
He vencido por fin la indecisión,
y tengo algo muy grave que contar...





CORIFEO
Habla, qué razón tienes para andar desanimado.

GUARDIAN I
No lo hice yo, lo juro por los dioses,
ni ví a quien lo hizo,
no sería justo que por ello caiga yo en desgracia.

CORIFEO
¡Habla! Y vuelve junto al muerto insepulto
que te han encomendado...

GUARDIAN I
¡Pues ya alguien lo enterró!, hace poco,
y cumplió los ritos que la costumbre ordena.

CORIFEO
¿Qué? ¿Qué hombre pudo atreverse a tanto?

GUARDIAN I
Esto puede tener la mano de los dioses.

ENTRA CREONTE.

CREONTE
¡He escuchado lo que cuentas, desgraciado!
¿Cuándo viste que los dioses honran a los malvados?
¿Cómo van a enterrarle honrado de benefactor
al que vino a quemar la columna de los templos,
las ofrendas de los fieles, a arruinar la tierra,
la riqueza y las leyes a ellos confiadas.
Pero, tan cierto es que los dioses tienen mi respeto,
como que tu cabeza ha de rodar si no encuentras
al que con sus propias manos hizo esa sepultura.

SALE EL GUARDIAN I.

CORIFEO
Talvez una mano corrompida,
ansiosa de monedas, dio esa orden,
y se levantó contra tu orden.

CREONTE
¡Bah...!

CORO
Ninguna institución ha tenido prosperidad tan funesta,
la moneda destruye el alma de las ciudades,
arranca a los hombres de su patria,
se encarga de arruinar los buenos principios,
instala a los hombres en el fondo de la vileza,
a todo se atreve.
Para bien y para mal, dispuestos están los hombres
a conocer su impiedad.


CREONTE
Por ganancias que de vergonzosos actos derivan
pocos quedan a salvo,
y muchos más reciben su castigo.
Pero estoy seguro que uno igual a él,
impertérrito al amor ciudadano como al dinero,
es el responsable de esta afrenta.
¡Que encuentren al culpable!

CORIFEO
¡Mira! No tendremos que esperar tanto.

ENTRAN GUARDIANES II Y III.

GUARDIAN II
He aquí al responsable.

GUARDIAN III
Lo cogimos cuando lo estaba enterrando.

CORIFEO
Ya no hay duda, no es esta obra de los dioses.
(ANTIGONA SE DESCUBRE DEL VELO NEGRO QUE OCULTABA SU ROSTRO).
Pero, ¿no es ésta la joven Antígona?

CORO
¡Ay, mísera, de padre mísero!
¡Otra vez se levantó contra la ley!
¡Oh, Rey, el tiempo de violencias
se niega a terminar!








CREONTE
¡Calla tú! (AVANZA HACIA ANTIGONA)
¿Confirmas o desmientes haber hecho eso?

ANTIGONA
Lo hice y no lo niego.

CREONTE
¡Estaba decretado no enterrar a ese muerto!


ANTIGONA
¡No son los dioses autores de tal decreto!
Hay leyes no escritas que algunas conocemos.
No gano el castigo de los dioses cumpliendo con mi hermano, aunque se muy bien que estamos hablando de un muerto.
Aun no hubieses decretado nada,
¿no salgo ganando con mi muerte
si un hijo de mi madre se ha ido para siempre?

CREONTE
¡Qué belleza! ¡Todo mi odio es para la que
cogida en flagrante delito, se da aires de grandeza!

ANTIGONA
¡Nada hay de vergonzoso en honrar a los hermanos!

CREONTE
¿Y no era acaso también tu hermano
el que murió frente a él?

ANTIGONA
Del mismo padre y de la misma madre.

CREONTE
Mientras uno arrasaba el país,
el otro se opuso en su defensa.

ANTIGONA
Los dioses quieren leyes igualitarias.

CREONTE
¡Pero no que la misma suerte del malvado tenga el bueno!

ANTIGONA
No nací para compartir el odio, sino el amor.

CREONTE
Pues vete abajo, anda a amar a los muertos, que yo
mientras viva, no ha de mandarme una mujer.

ENTRA ISMENE.

CORO
He aquí que viene Ismene,
lágrimas por su hermana vierte,
una nube oscurece su alma,

CREONTE
¿Vas a decirme tú que no tuviste parte en este plan?

ISMENE
Lo hice yo, acepto mi responsabilidad.

ANTIGONA
¡No!, tú no quisiste ni te di lugar entre mis culpas.

ISMENE
Ay, hermana, no me niegues el honor de morir por ti.




ANTIGONA
No quiero que mueras tú conmigo,
ni que hagas tuyo algo en lo que no tuviste parte.

ISMENE
¿Y cómo podré vivir si tú me dejas?

ANTIGONA
Pregúntale al Rey, él talvez tenga la respuesta.
Te compadezco. Sálvate, no he de envidiar esa suerte.
Mi vida se acabó hace tiempo,
por salir en ayuda de los caídos.

ISMENE
¡Ay, qué puede ser mi vida ya sin ella!

CREONTE
¡No digas ella, porque ella ya no existe!

ISMENE
¿Matarás a la novia de tu hijo?

CREONTE
No quiero malas mujeres para mis hijos.

ANTIGONA
¡Ay, Hemón!, amor ausente,
tu padre no sabe qué es el respeto,
no tendrá un lugar en nuestra boda.

CREONTE
¡Bodas! Los vivos no desposan a los muertos. ¡Llévenla!
LOS GUARDIAS LLEVAN A LAS HERMANAS. SALE TAMBIEN CREONTE.





ESCENA VII
CANCION O DANZA CON TEMA ALEGORICO A LOS TIEMPOS ADVERSOS, A LA ESPERANZA A PESAR DE LA ADVERSIDAD.


ESCENA VIII
CORO III
1.- ¡Qué felices todos queremos ser!
Pero el dolor nos gana en ventaja,
entonces lo que tenemos delante
¡ah pesar! es pura desgracia.
2.- Mas una luz de esperanza
se abre siempre en el horizonte,
y en su ir y venir
alumbra incluso el caos.
¡Nada puede detener
el decir de los dioses!
3.- Ni el sueño puede apresar
los acontecimientos reales.
La verdad, con vueltas y revueltas,
al final se impone,
como la noche de todos los días,
como el sol de los navegantes.






4.- En lo inminente,
en lo pasado, como en el porvenir,
la vida de los hombres
se rige por leyes,
que conocemos,
que desconocemos,
ninguno se arrastra en el azar.
5.- Nos engaña el deseo,
la vanidad y las buenas palabras,
pero es la verdad
la que nos sale al frente,
aunque acercar debamos
la piel a la brasa ardiente.

CORIFEO
Pero ¿quién viene allí?... ¡Es Hemón!
¡El más joven de los hijos del Rey!
¿Viene acaso cargado de dolor
por la triste suerte de su novia?
Delante estamos de frustrada boda.

CREONTE
¿Vienes a increparme, hijo?
O a decirme que ante todo lo posible
tu padre sigo siendo.
Es verdad que esa doncella
a punto estuvo de ser tu esposa,
pero la decisión del Rey en cuenta debes tener.

HEMON
Soy tu hijo, cómo negarlo,
y mi preocupación es tu buen gobierno.
Pero he escuchado las voces de la gente,
la ciudad entera por esta joven se lamenta,
por su mala muerte,
como mujer innoble,
por no querer que su hermano,
caído en discutible guerra,
devorado sea por perros y aves de rapiña.

CREONTE
Es lo que la gente habla
sin conocimiento de causa.
¿Qué quiere decir orden y disciplina?
Esto es lo que queremos,
si en la ciudad
nuestro corazón depositamos.

HEMON
No extremes tu rigor ¡Admite el cambio!

CREONTE
No me toca pensar como si fuera un joven.

HEMON
¡No lo hagas! ¡Admite el amor de una hermana!


CREONTE
¡Valiente obra! ¡Transgredir el orden!

HEMON
No es eso lo que dicen los ciudadanos.

CREONTE
Ni las mujeres ni los ciudadanos
han de mandar en el gobierno.

HEMON
No puede ser una ciudad propiedad de un hombre.

CREONTE
El mando es del que está al frente.

HEMON
Gobernar un desierto te conviene.

CREONTE
(AL PUBLICO) ¡Está claro!
Su posición es al lado de la mujer.
HEMON
¡No! ¡Mi posición es a tu favor! ¡No insistas en el error!

CREONTE
¡Y osas procesarme!
¿Es pues error que de acuerdo con mi mando obre?

HEMON
¡Lo injurias! ¡Pisoteas el honor de los dioses!

CREONTE
¡Infame! ¡Y detrás de una mujer!

HEMON
Sí, de la más firme.
Pero no podrás acusarme de ninguna infamia.

CREONTE
¿Y no es infamia que esa mujer
se levante contra el Estado y la Ley?

HEMON
(AL CORO) Sean ustedes testigos de mi certidumbre,
amarga certidumbre.
El Estado, la Ley...
hablar sin escuchar jamás.
(A CREONTE) Su muerte será tu ruina...
Eso es lo que quieres.

CREONTE
Después de tus reproches,
por este Olimpo entérate,
¡no añadirás a tu alegría
esa gana de insultarme!
(AL CORIFEO Y LOS GUARDIAS)
¡Traed a la odiosa!
(SALEN LOS GUARDIAS)
¡Que delante de su novio
tenga muerte espantosa!

HEMON
¡No! No morirá a mi lado
porque algo de mi vida siempre le di...
¡Y tú! No posarás jamás tu mirada sobre mi!
¡Tus cómplices sí, pero yo no te aplaudo!

HEMON SALE VIOLENTAMENTE. CREONTE SALE POR EL LADO CONTRARIO.


ESCENA IX
CORIFEO
No puedo detener el manantial de lágrimas
que en el horizonte asoma.
¡Ay, Antígona! Al tálamo vas,
pero de muerte.

CORO
¡Ay, Antígona!
¡Manantial de suerte,
de mala muerte!
¡Manantial de vida!

LOS GUARDIAS ENTRAN TRAYENDO A ANTIGONA.

ANTIGONA
¡Ay de mi, escarnecida!
Impiedad de dioses paternos.
¡Ay, patria!
¡Ay, varones de mi patria!
Os tomo de testigos,
a mi entierro marcho,
no por carencia de amor en mi corazón
sino por amar lo verdadero,
justamente.









CORIFEO
Sin que nadie la llore, sin amigos, sin el novio, desgraciada la llevan, por camino sin retorno.

CORO IV
Nada es imposible para los que alturas
quieren alcanzar,
pero cuanto más arriba es la cima
más riesgos e infortunios se enfrenta:
mujer atrevida contra el Estado se alzó,
así castiga esta Ley
desobedecer el poder.

ANTIGONA
¡Ay tumba oscura! ¡Ay lecho nupcial!
Subterránea morada de mi juventud,
es de los poderosos el error
¿a quién puedo llamar en mi auxilio?

CREONTE
(ENTRANDO, DELANTE DE LOS GUARDIAS QUE CONDUCEN A ANTIGONA)
¿No se dan cuenta que si la dejan hablar
no cesará de decir sus quejas y su verdad?
¡Llévenla aprisa a su sepulcro!


ANTIGONA
Es el temor a la verdad
lo que alienta tus edictos,
arbitrario Rey,
pero no podrás detener el aliento incontenible
que viene con los ojos de todas estas mayorías.

CREONTE
¡Que la lleven!

ANTIGONA
(MIENTRAS LA LLEVAN)
¡Oh tierra tebana, ciudad de mis padres!
¡Oh dioses que mueven los días y las noches!
Ya me llevan, mírenme, principales,
miren qué he de sufrir, por obra de qué hombres,
y todo por ser leal
a este filial amor
y sus razones calumniadas.
(SALE).







CORIFEO
Sale tan joven a la muerte,
mientras con toda su vejez,
el ciego y anciano adivino entra por allí.


ESCENA X
ENTRA TIRESIAS, ACOMPAÑADO DE UN NIÑO. SE DIRIGE A CREONTE.

CREONTE
¿Algo nuevo en el horizonte, Tiresias?


TIRESIAS
Te lo diré, y cree lo que dice el adivino.

CREONTE
Nunca me aparté de tu consejo, anciano.

TIRESIAS
El te condujo a la cabeza del Estado.

CREONTE
Buena ganancia has tenido también.
Pero sí, tu ayuda ha sido provechosa.

TIRESIAS
Pues ahora ha llegado un momento crucial.

CREONTE
Dilo ya, tus palabras me amedrentan.

TIRESIAS
Cosa común entre los hombres es el error,
el orgullo un castigo supone, la necedad.
Cede pues, no te ensañes con los caídos.
Es lo que la gente sin derecho a la palabra
con los dioses es coincidente.



CREONTE
Ah también tú. Como arqueros buscando el blanco,
todos apuntan hacia mí sus flechas.
También tú, Tiresias, pero no tengo miedo,
mi consciencia discurre libre, aún sin tu consejo.

TIRESIAS
De necedad ya estás enfermo.
CREONTE
No responderé esa injuria del anciano.

TIRESIAS
Y los tiranos gustan de riquezas mal ganadas.

CREONTE
¡Estás hablando con el Rey!

TIRESIAS
¡Estoy hablando con el que decide mal
el rumbo de la ciudad!

CREONTE
Cuervo agorero. ¡Estás tú también
a favor de los que se alzaron contra el Estado!

TIRESIAS
No me toca esa parte,
pero me obligas a decir
por dónde van mis pensamientos.

CREONTE
Dilo, pero con los que aterraron la ciudad
yo no estoy.

TIRESIAS
Yo tampoco,
pero ante los hechos de hoy,
en medio de esta calamidad,
otro desastre agregas,
el caos y el desorden esperan
si no sabemos a qué llamar Verdad.
Anda reflexionando,
mala copia del sol,
antes que más de un muerto
sea llorado en tu hogar.

CREONTE
¿Qué dices?

TIRESIAS
Estos son los dardos
a que me has obligado,
no podrás eludir el ardiente dolor
que han de causarte.
Vamos... (SALE)

CORIFEO
Terribles vaticinios, señor.
Y siempre ha predicho lo cierto.

CREONTE
...Lo sé, y tiembla mi espíritu... ¡Qué debo hacer!...
A lo que digas, estoy dispuesto.

CORIFEO
Muy bien, escúchame entonces:
fuera Antígona del subterráneo
donde espera infausta muerte.
Al muerto que yace abandonado
levántale una tumba,
mientras te reconcilias con el pueblo
y todos apostamos por la misma meta.

CREONTE
Ay de mi, no hay forma de luchar contra los dioses.
¿Esto me aconsejas?
CORIFEO
Y ahora mismo.

CREONTE
...¡Vengan siervos! ¡Vamos, enseguida!
¡traer las herramientas, afuera piedras!
Es así como he cambiado de opinión
y yo mismo iré con ustedes
a conjurar el destino anunciado.

SALEN TODOS, EXCEPTO EL CORO.





ESCENA XI
CORO V
1.- Ahora que la ciudad está poseída de violento mal
vengan dioses en su ayuda,
que el dolor no siga cebando a los tebanos,
ustedes que dirigen la danza de los astros,
venga la paz, venga el amor,
venga el trabajo.
2.- Que se reconcilien los hermanos, sus familiares,
mira cuánta sangre se ha derramado.
Medida por medida sufrieron nuestros hijos,
en justa balanza queremos vivir,
los que estuvieron en un bando o en el otro,
que los dioses los juzguen
y estén sus actos en la Historia escritos,
pero termine ya el lento epílogo
y quede culminado el drama,
sáquese de en medio la venganza,
persecución o cadena,
e impóngase el calor de un tiempo nuevo.

ENTRA EL MENSAJERO.

MENSAJERO
¡Vecinos de palacio!... ¡Infortunada noticia traigo!

CORIFEO
Atentos te escuchamos, no nos tengas en suspenso.

APARECE EURIDICE, ESPOSA DEL REY, CON SU CORTE.

CORIFEO
He aquí a la Señora...





EURIDICE
...¡Anda, habla mensajero!
aunque no me aprecio del infortunio amiga.

MENSAJERO
Ustedes me lo piden, yo lo cuento como lo vi...
Murieron, los dos jóvenes de esta historia.
Primero Antígona, bajo las piedras de su tumba,
y al verla muerta, Hemón el novio,
ante funesto altar,
corre en busca de su espada para darse muerte
pero en tal momento llega el padre.
¡Qué pretendes, desgraciado! le dice llorando.
El hijo le escupe el rostro y se lanza contra él
que esquiva el golpe,
el joven vuelve entonces
su ira contra él mismo,
aún en sus cabales, exhala súbito golpe de sangre
y por su propia mano muere
enlazado en macabra boda con su novia.

EURIDICE SALE APRESURADAMENTE.

CORIFEO
¡Ay, fatalidad!... Pero la Reina se ha retirado
sin decir palabra. Sin duda, tu relato la ha afectado.

MENSAJERO
Quizá no ha querido llorar delante del pueblo.

CORIFEO
No, ese silencio es sospechoso. Anda, ve y asístela.
(SALE EL MENSAJERO)
Pesar y dolor se avienen a la casa del Gobierno,
mi consejo no pudo adelantar la decisión de los dioses...
(ENTRA CREONTE CARGANDO EL CADAVER DE HEMON)
Miren, he aquí al Rey que llega
con insigne monumento en sus brazos
no debido a ceguera ajena
sino a su propia culpa


CREONTE
(DEJANDO APOSTADO EL CADAVER)
!Ay mísero de mi!
Este es el precio de mi error,
por eso los dioses me han lanzado
por caminos de violencia.
Mi obstinada razón me llevó a confundir
en un mismo linaje a víctimas y asesinos.
¡Ay hijo mío! En tu juventud te marchas,
no por tus devaneos,
sino por los míos.

VUELVE EL MENSAJERO.





MENSAJERO
¡Señor! A la pena que ya tienes
haz de sumar otra que espera
en la puerta de tu hogar.

CREONTE
¿Qué? ¿Hay aún otro mal para mi?
¿Cómo es eso que cuentas?

CORIFEO
Ya no es un secreto, señor.
Tu mujer, con afilada arma,
desató la oscuridad en su alma.

MENSAJERO
Apenas enterada de la muerte del hijo
un puñal en el vientre se hundió.

ENTRAN ALGUNOS LLEVANDO EL CADAVER DE EURIDICE ENSANGRENTADO.

CREONTE
(CAYENDO DE RODILLAS) ¡Ay, mísero de mi!
¡En qué desventura estoy!
Ay hijo, te he matado yo
y yo soy el victimario de mi esposa.
... Me voy, postrer destino,
tengo una sola salida,
el precipicio...
SALE.







CORO VI
1.- Caen los que tienen que caer,
y suben, transgrediendo alturas,
los que más allá del obstáculo
ponen acción audaz y anticipada.
2.- De justos es ser amigos de la verdad,
el precio se paga en duro,
cuando por maligno lado
se inclina la balanza por la necedad.







3.- Cuál es el paso siguiente, todos se preguntan,
fuera ya los que tenían que salir,
página en blanco dicen algunos que comienza,
pero la paz nos abre una interrogante:
¿de verdad queremos construir próspera nación?
¡Que nuestros actos ante los dioses
así lo demuestren!


FIN

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