ACERCA DE NUESTRO TRABAJO TEATRAL
Recientemente, los integrantes de nuestro
grupo tuvimos oportunidad de cambiar ideas respecto a la naturaleza de nuestro
trabajo. Y ha sido fructífero descubrir la pasión y el tesón que ponemos en
todos los aspectos del teatro. En este caso, también en la discusión teórica,
en el estudio.
Ciertamente, nuestro trabajo se desarrolla
en un medio adverso donde, por razones de diferente índole, a los embates de una cultura colonizadora y
embustera, se agrega la carencia de una tradición de teatro popular. La memoria
de esta actividad es muy reciente, a pesar de las distinguidas personalidades
que a lo largo del siglo pasado, lo enriquecieron con sus obras y propuestas
dramáticas. Hay, sin embargo, periodos donde prácticamente la presencia de un
teatro popular es escasa y siempre difícil. De modo que habitualmente los
grupos, constituidos por jóvenes actores y actrices, alcanzan a realizar una o
dos obras, y luego desaparecen.
¿Sabemos que, como
expresión de un alto nivel de desarrollo social, en los años
70 y 80, hubieron decenas, acaso muchos más grupos teatrales, de signo popular
en todo el país?
¿Por qué razones el teatro
popular no es un movimiento más fluido y constante, que refleje un destino más
elevado para sus espectadores? En esa dirección, ¿manejamos un concepto
correcto de Arte, que nos permita una visión objetiva del teatro y su
desarrollo? ¿Para
qué sirve el teatro? ¿Y
cómo sirve?
Dos son los aspectos fundamentales que
constituyen una agrupación teatral: su motivación y la manera cómo soluciona
los problemas que derivan de su composición material.
Antes de referirnos a estos aspectos,
quisiéramos relevar el hecho incontrastable que el Arte es una expresión
social, encarnada en individuos o conjuntos de individuos que la asumen
conscientemente, en el marco de las contradicciones sociales, desde una
posición, como instrumento transformador y herramienta crítica, destinada a
contribuir al cambio social.
Desde décadas atrás, las condiciones
sociales desafían a los artistas a ver su trabajo en contradicción, en los
aspectos que hemos señalado.
Es decir, debemos ser consientes del papel que cumple nuestro arte, así como de
los problemas derivados de su realización material, como el de otras acciones
laborales, pues no es posible el análisis de la situación del arte, y
específicamente del teatro, sino como un TRABAJO. En este trabajo, lo principal
es el objetivo por el cual las obras tienen una finalidad orientadora,
didáctica o cultural, a través de las formas más adecuadas. Este carácter
compromete al conjunto con su destinatario, el gran público, constituido,
principalmente, por las mayorías más sencillas.
Sin embargo, no debemos desconocer el otro
aspecto, el aspecto de la necesidad de resolver problemas concernientes a hacer
realidad una obra de teatro. Nos referimos a los a los costos personales que
requieren los actores, como personas que disponen de su tiempo en el teatro,
pero también al esfuerzo colectivo, expresado en una disciplina de conjunto,
debidamente responsable ante las propuestas de dirección teatral.
Ver solamente el aspecto de la motivación,
remite el propósito teatral al voluntarismo de los actores, al “sacrificio” o
al “apostolado” pequeño
burgués, que generalmente potencian el individualismo de los actores, y no la
consciencia material sobre el trabajo teatral.
Por el contrario, ver solamente el aspecto
material y los costos que significa hacer teatro, puede traer consigo una
corriente mercantilista donde lo principal sea cobrarle una entrada al
espectador y, dadas las condiciones actuales de ese espectador, alejarse de él
y atender solamente los sectores sociales materialmente privilegiados.
Estos dos aspectos están absolutamente
ligados al problema de la forma y el contenido. ¿Qué decirle entonces a un
joven que ve en nuestro trabajo una buena razón para participar, cuando pronto
desea desarrollarlo y precisa de un conocimiento más profundo?
Sin duda, hay un aspecto primordial y otro
secundario. No es posible ver uno y desconocer el otro, sin riesgo a que
nuestro trabajo sea siempre provisional, y no se prolongue en el tiempo y en su
eficacia. Pues no se puede desconocer que hacer una obra al servicio de
nuestras masas, demanda el esfuerzo actoral del conjunto, así como costos en
vestuarios, papel, movilidad, utilerías, etc. ¿Cómo resolvemos eso? Las
necesidades del grupo, de modo parcial, lo resuelve ese mismo público que
elegimos, esas multitudes barriales, ese público sencillo de los auditorios
provisionales de las calles y plazas, con la monedita que nos ofrece, así como su
atención, su saludo, y nos permiten resolver mínimamente las necesidades del
grupo.
Las otras necesidades materiales, las que
conciernen a las personas en sus necesidades materiales, son resueltas por
ocupaciones ajenas al teatro, eventuales, con alguna remuneración o apoyos, que
nos permiten invertir nuestros tiempos libres en el teatro. Es decir, a pesar
que acaso esta motivación fuere muy importante, los integrantes le damos un
tiempo parcial. Pero, como señalaba
un integrante del grupo, el hombre tiende a ser integral, a dedicarse a aquello
que considera útil, y políticamente correcto. Y aquello abre otra
contradicción. ¿Es
posible dedicarse de manera integral al trabajo teatral?
No, y sí. No, en la medida que queramos
“vivir” en las condiciones actuales, ceñidos al mercado de los
precios, midiendo nuestra labor en función al consumo.
Sí, porque siempre tendremos un conjunto al
frente, que como parte de las masas, valorará nuestro trabajo, porque en la
perspectiva esas mismas masas considerarán el valor del trabajo cultural.
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