TALLER DE TEATRO POPULAR "BOULEVARD QUILCA" LIMA, MARZO, 2003



ACERCA DE NUESTRO TRABAJO TEATRAL


     Recientemente, los integrantes de nuestro grupo tuvimos oportunidad de cambiar ideas respecto a la naturaleza de nuestro trabajo. Y ha sido fructífero descubrir la pasión y el tesón que ponemos en todos los aspectos del teatro. En este caso, también en la discusión teórica, en el estudio.

     Ciertamente, nuestro trabajo se desarrolla en un medio adverso donde, por razones de diferente índole,  a los embates de una cultura colonizadora y embustera, se agrega la carencia de una tradición de teatro popular. La memoria de esta actividad es muy reciente, a pesar de las distinguidas personalidades que a lo largo del siglo pasado, lo enriquecieron con sus obras y propuestas dramáticas. Hay, sin embargo, periodos donde prácticamente la presencia de un teatro popular es escasa y siempre difícil. De modo que habitualmente los grupos, constituidos por jóvenes actores y actrices, alcanzan a realizar una o dos obras, y luego desaparecen.

     ¿Sabemos que, como expresión de un alto nivel de desarrollo social, en los años 70 y 80, hubieron decenas, acaso muchos más grupos teatrales, de signo popular en todo el país?

     ¿Por qué razones el teatro popular no es un movimiento más fluido y constante, que refleje un destino más elevado para sus espectadores? En esa dirección, ¿manejamos un concepto correcto de Arte, que nos permita una visión objetiva del teatro y su desarrollo? ¿Para qué sirve el teatro? ¿Y cómo sirve?
    
     Dos son los aspectos fundamentales que constituyen una agrupación teatral: su motivación y la manera cómo soluciona los problemas que derivan de su composición material.

     Antes de referirnos a estos aspectos, quisiéramos relevar el hecho incontrastable que el Arte es una expresión social, encarnada en individuos o conjuntos de individuos que la asumen conscientemente, en el marco de las contradicciones sociales, desde una posición, como instrumento transformador y herramienta crítica, destinada a contribuir al cambio social.

     Desde décadas atrás, las condiciones sociales desafían a los artistas a ver su trabajo en contradicción, en los aspectos que hemos señalado. Es decir, debemos ser consientes del papel que cumple nuestro arte, así como de los problemas derivados de su realización material, como el de otras acciones laborales, pues no es posible el análisis de la situación del arte, y específicamente del teatro, sino como un TRABAJO. En este trabajo, lo principal es el objetivo por el cual las obras tienen una finalidad orientadora, didáctica o cultural, a través de las formas más adecuadas. Este carácter compromete al conjunto con su destinatario, el gran público, constituido, principalmente, por las mayorías más sencillas.

     Sin embargo, no debemos desconocer el otro aspecto, el aspecto de la necesidad de resolver problemas concernientes a hacer realidad una obra de teatro. Nos referimos a los a los costos personales que requieren los actores, como personas que disponen de su tiempo en el teatro, pero también al esfuerzo colectivo, expresado en una disciplina de conjunto, debidamente responsable ante las propuestas de dirección teatral.

     Ver solamente el aspecto de la motivación, remite el propósito teatral al voluntarismo de los actores, al “sacrificio” o al “apostolado” pequeño burgués, que generalmente potencian el individualismo de los actores, y no la consciencia material sobre el trabajo teatral.

     Por el contrario, ver solamente el aspecto material y los costos que significa hacer teatro, puede traer consigo una corriente mercantilista donde lo principal sea cobrarle una entrada al espectador y, dadas las condiciones actuales de ese espectador, alejarse de él y atender solamente los sectores sociales materialmente privilegiados.

     Estos dos aspectos están absolutamente ligados al problema de la forma y el contenido. ¿Qué decirle entonces a un joven que ve en nuestro trabajo una buena razón para participar, cuando pronto desea desarrollarlo y precisa de un conocimiento más profundo? 

     Sin duda, hay un aspecto primordial y otro secundario. No es posible ver uno y desconocer el otro, sin riesgo a que nuestro trabajo sea siempre provisional, y no se prolongue en el tiempo y en su eficacia. Pues no se puede desconocer que hacer una obra al servicio de nuestras masas, demanda el esfuerzo actoral del conjunto, así como costos en vestuarios, papel, movilidad, utilerías, etc. ¿Cómo resolvemos eso? Las necesidades del grupo, de modo parcial, lo resuelve ese mismo público que elegimos, esas multitudes barriales, ese público sencillo de los auditorios provisionales de las calles y plazas, con la monedita que nos ofrece, así como su atención, su saludo, y nos permiten resolver mínimamente las necesidades del grupo.

     Las otras necesidades materiales, las que conciernen a las personas en sus necesidades materiales, son resueltas por ocupaciones ajenas al teatro, eventuales, con alguna remuneración o apoyos, que nos permiten invertir nuestros tiempos libres en el teatro. Es decir, a pesar que acaso esta motivación fuere muy importante, los integrantes le damos un tiempo parcial. Pero, como señalaba un integrante del grupo, el hombre tiende a ser integral, a dedicarse a aquello que considera útil, y políticamente correcto. Y aquello abre otra contradicción. ¿Es posible dedicarse de manera integral al trabajo teatral?

     No, y sí. No, en la medida que queramos “vivir” en las condiciones actuales, ceñidos al mercado de los precios, midiendo nuestra labor en función al consumo.

     Sí, porque siempre tendremos un conjunto al frente, que como parte de las masas, valorará nuestro trabajo, porque en la perspectiva esas mismas masas considerarán el valor del trabajo cultural.

     Por ellas, a pesar de las dificultades, seguimos adelante. Ven a hacer teatro con nosotros. 

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